En el amor maduro se alcanza un profundo conocimiento de la persona querida, existe una auténtica preocupación por el bienestar del otro bajo un marco de correspondencia; hay confianza, seguridad y estabilidad, y se logra percibir a la persona amada en su dimensión humana más real.
Se logra, además, una coincidencia integral de las diferentes dimensiones individuales, o sea, se comparten nociones espirituales, y las acciones y pensamientos se dan en consonancia con sus sentimientos, etc.
Esto solo puede ser alcanzado tras un proceso que implica tiempo, mucha comunicación, comprensión, respeto, interés, cariño y esfuerzo.

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